Por Ricardo Plaul
Encontrar las caricias de siempre en el regazo nacido para ser añorado, la vida y la muerte tienen tu nombre y tu sello ,también el amor , las rosas y sus espinas, abrazando, consolando, trabajando, pensando, dirigiendo, sanando, en mi camino mujer, tu luz me hace hombre.
Supe del espinazo consolador de tus abrazos
y la herida del desengaño sangró hasta engañar al dolor.
De los humores grises hasta las primaveras ardientes,
de todas las pendientes en diferentes universos,
supieron los demiurgos traer tu nombre repetido,
en viscerales atardeceres, en aguas rumorosas,
junto a los hielos que persiguen olvidos,
junto a los fuegos de encuentros prohibidos.
Desde la rosa original en los capullos primeros
caminamos juntos con rostros indistintos,
con palabras repetidas, con el deseo amurallado,
sin develar el misterio, sin certezas, por un instante
que resulta eterno elegimos creer, para crecer
en otros, para irnos sin olvido.