Por Ariel Dorfman *
Nelson Mandela posee, por lo menos en Sudáfrica, el don de la ubicuidad.
Se lo encuentra en canciones infantiles, en avisos publicitarios, en discursos oficiales y conversaciones informales, en boca de policías y pobladores y banqueros, donde uno coloca la mirada o aguza el oído, el rostro y remembranza sonriente de Madiba (el nombre de clan con que todos lo llaman) incita a sus compatriotas a la emulación incesante.
Una resonancia tan categórica es comprensible. Mandela... Continuar leyendo