Turbias bajaron las aguas nuevamente
buscando airadas la matriz del silencio,
el arroyo rumoroso en diálogo incansable
con amistosos sauces cansados de llorar
la muerte de la inocencia.
El cemento le dio cauce a la desgracia
y vimos flotar la pena en cuatro maderas
desvencijadas por el dolor y la miseria.
En el rostro macilento del anciano ni siquiera
se podían leer las huellas de la vida,
el Misterio no lograba explicar el
galope certero del jinete más siniestro,
el agua que de golpe... Continuar leyendo