Por Horacio González *
Todos los pueblos han forjado un personaje picaresco, aprovechador y simpáticamente precario. Contrafigura del arquetipo culto, ese personaje venía de abajo, revestía forma popular y áspera sabiduría. Nos aliviaba del peso de la ley y de la solemnidad vacía. El viejo Vizcacha sirve de ejemplo mayor. Pero con los barrabravas omnipresentes, quizá se ha agotado el ciclo del pícaro argentino, que también era un ser doliente. ¿Qué comienza? ¿La era de personajes desprendidos... Continuar leyendo