Hay cristales que danzan su música más bella
en la cocina de la lluvia. En el amparo estremecedor,
de a poco tu sonrisa va floreciendo los recuerdos.
Definitivamente, en mi sangre se adormece el abrazo,
Ese, que nunca nos dimos, ese deseo poderoso
en tu piel morena, en el cortejo sinsentido
que murió antes de nacer.
Un silbido se rompe en las calles avainilladas
de baldosas, de barrio, de canalladas adolescentes.
Y voy corriendo tras el llanto, escribiendo torpemente,
mientras desbrozo la vida, mientras espero la muerte.
¿Cuántos días de inútiles esperas para aprender a esperar!
El reloj me observa y se sonríe, descaradamente,
jamás volveré a decirte que te quiero,
el débil portoncito se quebró en mil pedazos,
tan sólo el cielo conservó su juventud.
Todos los rostros están allí, el espejo se los fue robando.
Acaricio tu mejilla y me despierto, las lagañas del olvido
me han dejado ciego.
3/11/10