por Ricardo Plaul
Juntos esperamos aquel amanecer
que se desvanecía en el reloj de la aventura.
Era el último, y florecía como un milagro
en los balcones abiertos.
La tierra adormecida derramaba sus dones
en la brevedad de aquel destino que parecía Nuestro.
Todo se detuvo...
Tu piel, respondía tersa
al llamado inclemente de mi boca.
Inventamos un cielo, mientras el río
gemía sus deseos.
El sol de octubre nos visitó curioso,
deslizándose cálido en el vientre
matinal y lujurioso de aquella despedida.... Continuar leyendo