Por Irina Hauser
Una mañana de 1979 mi hermano entró en mi habitación con los ojos desorbitados: "¡Mamá está durmiendo con el tío Oscar!", gritó. Yo tendría ocho años. El, siete. Juntos fuimos en puntitas de pie y espiamos desde la puerta. Mamá no estaba durmiendo con el tío. Era papá, que se había afeitado la barba. Esa barba tupida con la que siempre lo conocimos. "Qué extraño", pensamos.
Gracias a que existe el feriado del 24 de marzo, hoy en las escuelas se habla de la última dictadura,... Continuar leyendo