Ricardo Plaul
Jugó con ella la última partida,
moviendo sigiloso los alfiles del sueño.
Jugó su angustia desmedida
con el sudor culpable
del peón que reservaba.
Las torres del deseo
observaban su partida
preñada de recuerdos.
Como estrellas terrenas
las luciérnagas del alba,
inquietas, saltarinas,
vigilaban el camino.
La dama invencible
fue cerrando sus ojos,
acallando lamentos,
mancillando las inútiles flores del adiós.
Traía las respuestas a todas las preguntas.
Me pregunté si acaso
escucharía... Continuar leyendo