Por Roberto Follari *
Cuando dibujaban a Isidoro Cañones (espejo en que pueden mirarse no pocos argentinos) lo hacían con un diablito y un angelito que, dentro de él, competían. Había un Isidoro bueno y uno malo, y a la hora de decidir, luchaban entre sí. Una manera clara de decir lo que han afirmado grandes teóricos, como el francés Lacan, cuando decían que el sujeto (es decir, cada persona) está dividido. Entre el deseo prohibido y la asunción de la prohibición, entre el impulso y la ley,... Continuar leyendo