El espejo sorprendió sus cuerpos
en la pasión entrelazada
de la tarde infiel.
En un pequeño cuarto
indiferente a la culpa,
la gramática del deseo,
esculpía cada uno
de sus gestos, sin palabras,
ni despedidas inútiles
de un futuro inexistente.
El vacío se cuajaba
en sus estómagos,
erraba en su sangre,
se resistía en caricias
compradas, hijas del momento.
El espejo vistió sus soledades,
arropó sus ilusiones,
y estalló en un grito de angustia,
en un terror de ausencias.