Por Ricardo Plaul
Siempre admiró a su padre con veneración. Cuando la mayoría de sus amigos criticaban a sus padres, él comentaba los grandes ideales republicanos que orientaban la vida del suyo. Cansados de su perorata, los muchachos lo dejaban hablando solo junto a la laguna.
En cuanto le salieron tres pelos en la cara, se afeitó la barba pero comenzó a imitar su bigote. Pero dos cosas lo obsesionaban: la voz, que podía ser reconocida de inmediato por cualquiera, y sobre todo, aquél traje azul... Continuar leyendo