Ernesto Guevara: Presente en la memoria de América
Daniela Saidman (Desde Venezuela. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
La imagen del hombre se repite en muchas paredes, una y otra vez su mirada convoca a la ternura. Ese Guevara infinito que vive y sufre la América contradictoria, es y será siempre una llamarada de esperanza.
En su cumpleaños 81 releemos sus versos para traerlo y vivirlo en esta orilla del mundo. Presente en la memoria de sus días, de sus ires y venires, Ernesto Che Guevara (Rosario 1928 - Bolivia 1967) está más vivo que nunca, más vivo que siempre. Mito y realidad, al Che trataron de convertirlo en suvenir, afiche o panfleto... tal vez porque esa era la única forma de asesinarlo, pero su imagen es para muchas y muchos una verdad a prueba del tiempo, y su ejemplo renace una y otra vez en los sueños libertarios de los pueblos. Médico, guerrillero, ministro, trabajador, el Che también fue poeta. "El mar me llama con su amistosa mano. / Mi prado -un continente- / se desenrosca suave e indeleble / como una campanada en el crepúsculo".
(El mar me llama con su amistosa mano, fragmento).
Voz de los silenciados, de los olvidados, de los nadies, el Che supo temprano de los dolores humanos, del hambre centenaria y así, su palabra se hizo estandarte para acompañar y acompañarnos en todas las luchas y en todos los sueños de hoy y mañana. Guevara es el imprescindible Quijote latinoamericano, el que nos ha enseñado a endurecernos "sin perder jamás la ternura". El Che es palabra y ejemplo, hombre que ha trascendido las geografías y los tiempos, para ser siempre presente.
"De una joven nación de raíces de hierba
(raíces que niegan la rabia de América)
vengo a ustedes, hermanos norteños.
Cargado de gritos, de desaliento y de fe,
vengo a ustedes, hermanos norteños".
(Autorretrato oscuro, fragmento).
La América india, negra, pobre, saqueada... se dibuja en las manos del Che, extiende sus alas y vuela sobre las ganas y las utopías necesariamente realizables. En sus versos convergen la tierra y el color de Nuestra América, como un amasijo de cantos, llantos, resurrecciones, rebeldías y truenos. Él es la tierra sembrada de esperanzas, hijo nacido del vientre de todas las mujeres que sueñan otros mañanas.
"Soy mestizo, grita un pintor de paleta encendida,
soy mestizo, me gritan los animales perseguidos,
soy mestizo claman los poetas peregrinos,
soy mestizo resume el hombre que me encuentra
en el diario dolor de cada esquina".
(Y aquí, fragmento).
Con sus ojos cruzados de paisajes, anduvo el Che poeta los recuerdos y los afectos. Avanzaron sin piedad sus pasos por la geografía del silencio impuesto. Irrumpió en la memoria de los jóvenes que eran, de los jóvenes que somos. Una estrella tiritando de frío en la sombra, descubierta en las voces que recitan en susurros su nombre de héroe sin misterio, de hermano y compañero.
"Un día, aunque mi recuerdo sea una vela
más allá del horizonte
y tu recuerdo sea una nave
encallada en mi memoria,
se asomará la aurora a gritar con asombro
viendo a los rojos, hermanos del horizonte
marchando alegres hacia el porvenir".
(Despedida a Tomás, fragmento).
La mirada del Che está y estará en las selvas, en los desiertos, en los mares y los ríos, en todos los continentes, cuando su voz estalle la noche. El Che vive y vivirá siempre en la mirada niña y en los pies descalzos y sin escuelas, vive como viven todos los que construyen rebeldías y libertades. Porque no ha de morir nunca el que hace de su vida una fértil semilla de sueños.
Publicado por ARGENPRESS en 08:01