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Poesia Y Política
Blog de RicardoLuis Plaul
03 de Mayo, 2010    política

Harto de los hartos




Eduardo Aliverti MARCA DE RADIO



Habría que tener un poco más de respeto por las palabras. Por algunas de
ellas, mejor dicho. Y mejor todavía, por lo que connotan.
Estamos en democracia, para empezar por una perogrullada que, sin embargo,
alguna gente parece perder de vista con extrema facilidad. Buena, mala,
perfeccionada, empeorada, carente de demasiados derechos básicos, avanzando
en otros. Pero estamos en democracia. Si en lugar de eso se prefiere hablar
de "el régimen", "sistema burgués", "fantochada institucionalista",
"partidocracia", "monarquía constitucional" u otros términos de vitupero, es
legítimo pero hay que buscarle la vuelta a que se los puede vociferar sin
problemas.

Nadie va preso (apenas la segunda recordación primaria, ya apuntada por
algunos colegas, y uno comienza a cansarse). También puede señalarse que esa
prerrogativa, la libre expresión, no alcanza para vivir como se debería.
Supo semantizarlo Anatole France: "Todos los pobres tienen derecho a morirse
de hambre bajo los puentes de París". Expresarse en libertad puede entonces
no tener resultados prácticos, para quienes no comen ni se curan ni se
educan con el decir lo que se quiera.

Si además se afina la puntería para meterse con la libertad de prensa, por
aquello de que todo ciudadano tiene derecho a publicar sus ideas sin censura
previa, resulta que hay que contar con la prensa propia. Y en consecuencia
pasamos a hablar de la propiedad de los medios de producción. Lo cual es
igualmente legítimo, desde ya, pero con el riesgo de que se convierta en
teoricismo si acaso no es cotejable con la época y circunstancias que se
viven. Veámoslo a través del absurdo: si siempre es igual, democracia y
dictadura también son iguales. En este punto el cansancio por las obviedades
se incrementa. Y uno se pregunta si no se lo preguntan quienes sí viven de
poder expresarse libremente por la prensa, pero para referirse al momento
argentino como si continuáramos en plena dictadura.

Mataron a mucha gente acá. Picanearon, violaron, nos mandaron a una guerra
inconcebible, robaron bebés, desaparecieron a miles, tiraron cadáveres al
mar y adormecidos también, electrificaron embarazadas, regaron el país de
campos de concentración, torturaron padres delante de los hijos. Se chuparon
a más de cien periodistas acá. Si hasta parece una boludez recordar que
estaban prohibidos Serrat y la negra Sosa, que las tres Fuerzas se
repartieron las radios y los canales, que inhibieron textos sobre la cuba
electrolítica, que en el '78 estaba vedado por memorándum criticar el estilo
de juego de la selección argentina de fútbol.

¿Nos pasó todo eso y por unos afiches de mierda y una escenografía de juicio
vienen a decirnos que esto es una dictadura? ¿Pero qué carajo les pasa?
¿Dónde están viviendo? ¿Cómo se puede faltarle así el respeto a la tragedia
más grande de la Argentina? Acá lo cepillaron a Rodolfo Walsh, ¿y hay el
tupé de ir a llorar miedo al Congreso? Faltaría ir al Arzobispado. Si
bendijo a los milicos, seguro que también puede dar una mano ahora que se
viene el fin del mundo con el matrimonio gay.

Uno entiende que pasaron algunas cosas, nada más que algunas por más
significativas que fueren, capaces de suscitar que sea muy complejo trabajar
de periodista en los medios del poder. Lo de las jubilaciones estatizadas,
lo de la mano en el bolsillo del "campo", lo de la ley de medios
audiovisuales y la afectación del negociado del fútbol de primera. Ahora
bien, ¿la contradicción aumentada entre cómo se piensa y dónde se trabaja
justifica las sobreactuaciones? Es decir: puede pensarse que en verdad
algunos dicen lo que pensaron toda la vida, y que otros quedaron presos de
la dinámica furiosa de la patronal.
Pero, ¿decir que estamos o vamos hacia una dictadura? ¿Que si esto sigue así
puede haber un muerto? ¿Hace falta construir ese delirio para congraciarse?
En todo el país, si es cuestión de propiedad mediática y de programas y
prensa influyente, bastan y casi sobran los dedos de ambas manos para contar
los espacios que -con mayor o menor pensamiento crítico- apoyan al Gobierno.
La mayoría aplastante de lo que se ve, lee y escucha es un coro de puteadas
contra el oficialismo como nunca jamás se vio. La oposición es publicada y
emitida en cadena, a toda hora.

¿Qué clase de dictadura es ésa? Ese libre albedrío, muy lejos de ser mérito
adjudicable al kirchnerismo, ocurrió igualmente con Alfonsín, la rata, De la
Rúa, Duhalde. Lo que no había sucedido es esta cuasi unanimidad
confrontadora salvo por los últimos tiempos del líder radical, a quien por
derecha se le cuestionaban sus vacilaciones y por izquierda también. Contra
Menem recién cargaron en su segundo lustro, después de que completó el
trabajo. La Alianza, bueno, se caía por su propio peso.

Con el Padrino pegar era gratis, porque el país ya había estallado. Pero en
el actual, que después de todo es simplemente un gobierno más decidido que
el resto en cierta intervención del Estado contra el mercado y en el
perjuicio a símbolos muy preciados de la clase dominante, ¿qué tan de jodido
pasa como para hablar de una dictadura? ¿Será que basta con tocar unos
intereses para edificar en el llano la idea de que pueden empezar a matar?

¿Los Kirchner son Videla, Massera, Suárez Mason? Por favor, tienen que
aclararlo porque de lo contrario hay uno de dos problemas. O se lo creen en
serio, y por tanto se toma nota de que desvarían. O saben que es una
falsedad sobre la que se montan para condolerse y entonces se anota que está
bien, que no se justifica pero se entiende, que quedaron tras las rejas de
los medios en que laboran. Ojalá que sea lo segundo, por aquello de que un
tonto es más peligroso que un mal bicho.

Se cometieron varias estupideces en forma reciente. Se le dio mucho pasto a
la manada, se perpetraron injusticias con colegas que no se lo merecen, se
agredió a los que precisamente buscan victimizarse. Eso no es hacer
política. Es jugar a la política. La diferencia entre una cosa y la otra es
que cuando se ejecuta lo primero es bien medida la correlación de fuerzas. A
quiénes se beneficia, cuánto se puede tensar la cuerda en la dialéctica
entre condiciones objetivas y subjetivas; cómo no sufrir un boomerang, en
definitiva, y si se produce cuánto de fuerte son las espaldas para
sortearlo. En cambio, si se juega a la política todo eso es lo que importa
un pito antes que nada, con el agravante de que las consecuencias las paga
un arco mucho más amplio que el de quienes formularon la chiquilinada.
De ahí a que se tomen de esos yerros para hablar de peligro de muertos, de
sensación de asfixia dictatorial, de avanzada totalitaria, media una
distancia cuya enormidad causa vergüenza ajena de apenas pensarla. No es
algo que no pudiera preverse. Como lo dijo allá por los '80 César
Jaroslavsky, otro sabio sólo que de comité pero muy ducho en transas y
arremetidas: te atacan como partido político, y se defienden con la libertad
de prensa.

Se sabe que es así. Pero igual uno ya está harto de los hartos que se
hartaron recién ahora.





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publicado por ricardolplaul a las 13:37 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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