Blog gratis
Reportar
Editar
¡Crea tu blog!
Compartir
¡Sorpréndeme!
Poesia Y Política
Blog de RicardoLuis Plaul
08 de Julio, 2010    política

Pobreza y desigualdad en América Latina



por Aurora Trigo Catalina

El proceso de reducción de la pobreza se encuentra prácticamente estancado en la región desde el año 1997. Por poner un ejemplo, la pobreza en América Latina pasó del 42.5% de la población total en el año 2000 al 44.2% en el año 2003, lo que equivale a decir que hoy en día hay nada menos que 224 millones de personas que viven en América Latina y el Caribe con menos de dos dólares al día (umbral de pobreza). De éstas, unos 98 millones de personas (19,4% de la población) se encuentran en situación de pobreza extrema o indigencia, es decir, viven con menos de un dólar al día. La pobreza en América Latina y el Caribe tiene un componente racial o étnico importante. Así, en países como Bolivia, Brasil, Guatemala o Perú, la pobreza es dos veces mayor entre los indígenas o descendientes de africanos que en el resto de la población.

1. Introducción

En los últimos años los países de América Latina y el Caribe han hecho considerables esfuerzos por aumentar su crecimiento económico y mejorar los indicadores sociales relacionados con los ocho objetivos fundamentales aprobados en la Declaración del Milenio. En esta Declaración, celebrada en el año 2000, se consiguió un compromiso por parte de los líderes de 189 países para que en el año 2015 el número de personas que viven en condiciones de pobreza extrema (menos de un dólar al día) llegue a ser la mitad de lo que se contabilizó en el año 1990. Esta meta equivaldría, en el caso de América Latina y el Caribe, a que el número de personas pobres fuera inferior a 10,5 millones antes del año 2015 o, lo que es lo mismo, la mitad de los pobres registrados en el año 1990 (21 millones). Para ello se describieron ocho objetivos fundamentales que, por su parte, se subdividían en 18 metas más concretas (Cuadro 1).

A pesar de los numerosos esfuerzos realizados, lo cierto es que los índices de pobreza y de desigualdad en la región no han mejorado demasiado en los últimos años y, en muchos casos, han sufrido un declive importante en términos relativos.

 Los ocho objetivos de la Declaración del Milenio




1.Erradicar la pobreza extrema y el hambre
2. Conseguir la educación universal primaria
3. Promover la igualdad de genero
4. Reducir la mortalidad infantil
5. Incrementar la salud maternal
6. Combatir el VIH/SIDA y otras enfermedades endémicas
7. Asegurar la sostenibilidad medioambiental
8. Forjar la colaboración mundial para el desarrollo



Según un estudio reciente de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)1 sólo 7, de los 18 países de América Latina analizados, podrían llegar a alcanzar la meta de reducción de la pobreza a la mitad en el año 2015. Estos países serían Argentina, Chile, Colombia, Honduras, Panamá, la República Dominicana y Uruguay. En otros seis países la pobreza extrema seguiría disminuyendo, pero ésta no se reduciría a la mitad (Brasil, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México y Nicaragua). Por último, en los cinco países restantes (Bolivia, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela) los niveles de pobreza extrema se elevarían. En el año 2003 tan sólo ha habido un país (Chile) que ya ha alcanzado la meta de reducir a la mitad el número de personas pobres. En definitiva, las conclusiones del informe son preocupantes y suscitan muchas inquietudes acerca del cumplimiento de las metas de la Declaración del Milenio, poniendo en evidencia que los elevados índices de desigualdad de la región latinoamericana son un obstáculo para el logro de un crecimiento más dinámico y, por ende, para la reducción de la pobreza.

El objetivo de este artículo es describir la región latinoamericana en términos de pobreza y de desigualdad social, dando detalles sobre las posibles causas de estos dos fenómenos. Dado que los países de la región son extremadamente diferentes, este artículo no puede describir el amplio abanico de causas, políticas sociales, cambios en el entorno y factores específicos que en cada país condicionan la existencia de un número de pobres o de un nivel determinado de exclusión social. En todo caso, nos centraremos en tres grandes indicadores, a saber, pobreza, desigualdad y crecimiento económico, e intentaremos presentar de modo sintético la evidencia empírica reciente, de la que se pueden extraer algunas relaciones causales entre los tres fenómenos, así como algunas implicaciones, retos y oportunidades que se plantean para sus gobiernos y para la sociedad latinoamericana en su conjunto.

2. La pobreza en América Latina

2.1. La pobreza como falta de ingresos

La pobreza es un fenómeno muy complejo y que tiene muchas dimensiones, pues no sólo afecta a la reducción del bienestar individual o colectivo, medido a través de la privación para comprar bienes o servicios, sino que incide en la capacidad de las personas para satisfacer sus necesidades más básicas, tales como el acceso a la vivienda, la salud, la educación, al agua potable, la electricidad y un largo etcétera. Es por ello que existen diferentes modos de definir y de medir la pobreza de un país o de una región.

Uno de los métodos más utilizados para medir la pobreza es calcular los ingresos que tienen las familias y ver si con ellos son capaces de acceder al consumo de una cesta de bienes y servicios de carácter primario, necesarios para satisfacer sus necesidades más elementales. Teniendo en cuenta este enfoque, y de acuerdo con los datos más recientes (CEPAL), la región latinoamericana experimentó a lo largo de los años noventa, una reducción de la pobreza de aproximadamente el 10 por ciento. Sin embargo, el reverso económico y las crisis que han azotado a algunos países de la región en los últimos cinco años (sobre todo a partir de 1997) han invertido, al menos en parte, las ganancias logradas en los años noventa.

Se puede decir, por tanto, que el proceso de reducción de la pobreza se encuentra prácticamente estancado en la región desde el año 1997. Por poner un ejemplo, la pobreza en América Latina pasó del 42,5% de la población total en el año 2000 al 44'2% en el año 2003, lo que equivale a decir que hoy en día hay nada menos que 224 millones de personas que viven en América Latina y el Caribe con menos de dos dólares al día (umbral de pobreza). De éstas, unos 98 millones de personas (19,4% de la población) se encuentran en situación de pobreza extrema o indigencia, es decir, viven con menos de un dólar al día 



Uno de los casos más significativos en cuanto al drástico aumento de la pobreza es el de Argentina donde, y debido a la crisis económica que afectó al país, el número de personas pobres prácticamente se duplicó desde el año 2000 hasta el año 2003, a la vez que los niveles de indigencia (o pobreza extrema) se multiplicaron por cuatro. La pobreza también creció en los últimos años en países como Bolivia, Uruguay o Colombia (especialmente la pobreza extrema). Además, el número de personas pobres también aumentó en los últimos años en Ecuador, Guatemala, Honduras, México o República Dominicana.

Pero el número absoluto de pobres aumentó no sólo por el efecto de las crisis económicas de los últimos años sino que hay que tener en cuenta que el aumento de la población ha sido más importante que el aumento de la producción de la región, lo que en términos económicos significa una pérdida de riqueza per cápita para el conjunto de la región2 . Además, el descenso de las tasas de fecundidad en América Latina se ha dado con mayor intensidad en los grupos socioeconómicos más favorecidos, lo cual ha incrementado la brecha socioeconómica entre grupos sociales.

De todas formas, y pese a que la situación económica de los últimos años ha anulado una parte importante de la superación de la pobreza que se consiguió hasta el año 1997, el balance de la última década sigue siendo positivo. Así, la situación de la incidencia de la pobreza es notablemente mejor en el año 2004 que en 1990 en el conjunto de la región (ver gráfico 1). Eso sí, hay que hacer notar que todavía no se ha alcanzado el nivel de pobreza de hace dos décadas, que era ligeramente inferior en el año 1980 que en la actualidad.

Aún así, sería necesario que los países incrementaran sus tasas de crecimiento económico para conseguir un avance significativo en el logro de los objetivos de la Declaración del Milenio. Concretamente, se estima que el PIB per cápita de la región debería crecer nada menos que un 2.8% de media al año, durante el período 2004-2015, para reducir la pobreza a los niveles objetivo. Pero la situación es aún más complicada para los países donde la indigencia o pobreza extrema es elevada (Honduras, Nicaragua, Bolivia o Paraguay) ya que tendrían que crecer más de un 3,8% al año para reducir su pobreza a la mitad3 .

Un análisis más pormenorizado de las tasas de pobreza y de indigencia en la región latinoamericana revelan que existen grandes diferencias entre países. Las tasas de pobreza y de pobreza extrema más altas se dan en Honduras, Nicaragua, Bolivia, Paraguay, Guatemala y Perú, mientras que las más bajas se dan en Uruguay, Costa Rica, Chile y Panamá 

2.2. La pobreza como insatisfacción de las necesidades básicas

Como hemos dicho, la pobreza es un fenómeno muy complejo, que abarca a distintas facetas relacionadas con el bienestar individual y colectivo. Además de medir la pobreza a través de la capacidad de compra, como hicimos en el apartado precedente, se pueden evaluar las condiciones de vida de las personas a través de indicadores que reflejan su satisfacción de las necesidades básicas, como por ejemplo el acceso a la sanidad, la educación, la vivienda, el agua potable, la alimentación, la electricidad, o las tasas de mortalidad infantil, esperanza de vida al nacer, desnutrición, analfabetismo, entre otras. Con ello, tendremos diferentes indicadores para cada manifestación de la pobreza, de manera que podremos ofrecer un panorama más extenso de este fenómeno en América Latina.

Generalmente, la satisfacción de las necesidades básicas será menor a medida que la pobreza del país (medida a través del ingreso) es mayor. Así, en países como Bolivia, Nicaragua y Honduras, donde la pobreza extrema es alta, más del 50% de las familias pobres no tienen acceso a este tipo de servicios básicos. Igualmente, los países con menores niveles de pobreza (Uruguay, Chile o Costa Rica) tienen un mayor acceso a los servicios sociales.

De todas formas, aunque hemos visto en el apartado precedente que el proceso de superación de la pobreza se ha visto estancado en los últimos años, el hecho es que algunos indicadores de bienestar han mejorado. Así por ejemplo, y según datos de la CEPAL4 (Ver cuadro 3), la esperanza de vida al nacer se ha incrementado más de un año desde 1990 (llegando a los 70 años en media), la tasa de mortalidad al nacer ha disminuido un 5% (no alcanzando el 66 por mil en los peores casos -Bolivia y Haití-), la tasa de mortalidad infantil también ha disminuido entre un 8% (Ecuador) y un 25% (Cuba) y han caído las tasas de desnutrición, aunque hay países como Haití donde esta tasa todavía es del 50% de la población total. También han mejorado las tasas de analfabetismo en todos los países, así como el acceso al agua potable (con la excepción de Haití) y a la salud básica. (

Por otra parte el análisis de la situación social revela grandes diferencias en el acceso a los servicios sociales por sexo, edad o lugares de residencia. Por ejemplo, de los datos de la CEPAL se desprende que la mayor parte de los pobres de América Latina viven en áreas rurales (62% de la población rural), siendo la pobreza extrema también más alta en el campo que en la ciudad (38% frente a 13,5%). Por otra parte, la pobreza afecta en mayor medida a los niños (entre 0 y 17 años) que a los adultos. Así, alrededor del 44% de todos los niños latinoamericanos son pobres, en comparación con el 28,6% de los adultos. Las causas del elevado número de niños pobres tienen que ver las mayores tasas de fertilidad de las familias en las que viven, combinada con los bajos niveles de educación y menores oportunidades de los padres, especialmente de las mujeres. La educación (también llamada "capital humano") es un factor clave que nos puede ofrecer algunas pistas sobre las causas de la pobreza: en muchos países de la región, los adultos que viven en familias pobres no han terminado la educación primaria y en muchos casos no llegan a tener tres años de estudios.

La pobreza también afecta en mayor medida a las mujeres que a los hombres, sobre todo en las ciudades (el 30,4% de las mujeres urbanas son pobres, frente al 25% de los hombres). Por último, habría que destacar que la pobreza en América Latina y el Caribe tiene un componente racial o étnico importante. Así, en países como Bolivia, Brasil, Guatemala o Perú, la pobreza es dos veces mayor entre los indígenas o descendientes de africanos que en el resto de la población5 . Todos estos datos vienen a demostrar que a pesar de que la calidad de vida de los más desfavorecidos ha mejorado significativamente en los últimos años, aún hay un largo camino por recorrer, no sólo en la mejora de los indicadores sociales, sino en la corrección de las disparidades que aún existen entre los diferentes colectivos sociales.

Notas

[1] CEPAL, IPEA, PNUD (2003). Hacia el objetivo del milenio de reducir la pobreza en América Latina y el Caribe. Libros de la CEPAL, n. 70.

[2] Banco Interamericano de Desarrollo (2003). Inequality, Exclusion and Poverty in Latin America and the Caribbean: Implications for Development. Dentro del EC/IDB Seminar: Social Cohesion in Latin America and the Caribbean.

[3] CEPAL (2004). Panorama social de América Latina 2003-2004.

[4] CEPAL (2003). Panorama social de América Latina 2002-2003. Capítulo 1: Pobreza y distribución del ingreso.

[5] Banco Interamericano de Desarrollo (2003). Inequality, Exclusion and Poverty in Latin America and the Caribbean: Implications for Development. Dentro del EC/IDB Seminar: Social Cohesion in Latin America and the Caribbean.
Parte 2/2



 Si la desigualdad social en América Latina es el factor principal que afecta al escaso crecimiento económico que, a su vez, no se ha visto traducido en una disminución de la pobreza en la región, las políticas públicas deberían centrarse directamente en combatir las causas que hacen que la desigualdad se esté perpetuando en la región.
Sería recomendable, por ejemplo, facilitar el acceso a la tierra, el capital, la tecnología y la educación a los colectivos más desfavorecidos. El sector rural debería merecer una especial atención por parte de las autoridades públicas, si se quiere que los beneficios del crecimiento lleguen a quienes más lo necesitan. Sin una intervención pública orientada a mejorar la calidad de vida y los servicios sociales para los sectores peor situados, la desigualdad en la distribución de los ingresos seguirá siendo un problema endémico en la región.


3. La desigualdad y la exclusión social en América Latina

América Latina es la región más desigual del mundo. A pesar del crecimiento del PIB per cápita en la región, la inequidad en la distribución del ingreso sigue siendo una característica significativa de prácticamente todos los países, y esto hace que haya sido reconocida como la zona más rezagada del planeta en términos redistributivos.

Hay muchos factores estructurales que podrían explicar la alta desigualdad en América Latina, todos ellos interrelacionados. Entre los más significativos cabría destacar el subdesarrollo agrícola y las grandes diferencias entre ricos y pobres en el acceso a la propiedad de la tierra. Además hay una alta proporción de la población que trabaja en el campo y que dependen de los ingresos por la venta de los productos agrícolas, cuyos precios han experimentado una tendencia bajista, además de estar sometidos a los continuos vaivenes de los mercados internacionales. También habría que mencionar el papel que juega la escasa educación de la fuerza laboral y su impacto negativo en el nivel de ingresos de las familias. Por último el papel que han tenido las estructuras corporativas y oligopolios en la apropiación de gran parte de la riqueza ha sido un importante factor que ha influido en el incremento de la inequidad.

Los ingresos totales de América Latina están enormemente concentrados en las capas más ricas de la población, mientras que las capas más pobres reciben una mínima parte de la riqueza. Más concretamente, el 40% de la población más pobre de América Latina recibe, en promedio, apenas el 13'6% de los ingresos totales, mientras que el 10% más rico recibe más del 36% de la riqueza total (CEPAL, datos del año 2003). Estos valores promedio difieren entre países, llegando al caso extremo de Bolivia, donde el 40% de la población más pobre recibe apenas el 9,5% del ingreso, mientras que el 10% más rico recibe más del 41% del ingreso total. También es notable el caso de Brasil, donde el 10% más rico recibe casi el 47% de la riqueza nacional, mientras que el 40% más pobre recibe apenas el 10%.

Otra manera de medir la concentración de la renta es hacer una media de los ingresos que reciben los habitantes de cada uno de los países (dividir los ingresos totales entre el número de habitantes). En este caso, nos encontramos con que más del 67% de la población de América Latina se encuentra ganando menos de la media de ingresos de la región. Los casos de Bolivia, Brasil, Argentina o Nicaragua son especialmente significativos, ya que más del 73% de la población no alcanzaría esta media de ingresos6.

Un enfoque distinto, pero muy utilizado, para analizar la concentración de los ingresos es la utilización de indicadores sintéticos o, dicho de otro modo, indicadores que ofrecen en una sola cifra la situación global de la distribución de la renta de toda la población de un país -y no sólo de un grupo-. El más utilizado de estos indicadores es el índice de Gini, que toma valores numéricos entre 0 y 1. Un índice de Gini igual a 0 correspondería a un imaginario país donde la equidad es absoluta, es decir, donde todas las personas tienen exactamente los mismos ingresos. Un índice de Gini igual a 1, por el contrario, correspondería a un hipotético país donde la inequidad es absoluta, o dicho de otro modo, todo el ingreso se concentraría en un sólo individuo, mientras que el resto de la sociedad no dispondría de ingresos de ningún tipo. Con este indicador sintético de distribución del ingreso podemos dividir en cuatro categorías a todos los países latinoamericanos y ver cuál ha sido la evolución en el tiempo de su índices de Gini ( Ver cuadro 4).

De acuerdo con el índice de Gini, en el año 2002 los países de América Latina con los ingresos más concentrados son Brasil (Gini=0,639), y Honduras (0,588). En situación parecida estaría el Gran Buenos Aires de Argentina (0,590) y, a muy poca distancia, se encontrarían Nicaragua (0,579), Colombia (0,575), Bolivia (0,554) y Chile (0,550). Por su parte Uruguay (0,455), Costa Rica (0,488) y Venezuela (0,500) son los únicos países con un índice de Gini por debajo de 0,50, lo que indica una concentración menor del ingreso.

Las variaciones del índice de Gini entre 1990 y 2002 no han sido muy importantes y son pocos los países que han mejorado su situación. Este sería el caso de Honduras, Guatemala, Chile, Panamá, México y Uruguay. Sin embargo la situación de la distribución del ingreso ha empeorado entre 1990 y 2002 en Brasil, Bolivia, Colombia, Argentina, Venezuela, Ecuador, Costa Rica. En El Salvador y Paraguay la situación también ha empeorado notablemente desde el año 1997.

4. Crecimiento económico, desigualdad y pobreza en América Latina

La región latinoamericana desea retomar un camino de crecimiento sostenible y, a la vez, anhela reducir la pobreza y las desigualdades sociales. El problema es si ambos objetivos son compatibles o, por el contrario, contradictorios. ¿Debe la región concentrarse en aumentar su productividad y niveles de renta o, por el contrario, debe hacer esfuerzos por disminuir la pobreza y mejorar las condiciones de vida de los más pobres y preocuparse posteriormente por crecer? El dilema eficiencia-equidad está presente en todos los discursos políticos y debates más recientes. Pero lo cierto es que muchos estudios muestran que ambos objetivos no son del todo incompatibles sino que, más bien al contrario, se acompañan.

Las relaciones causales entre los tres fenómenos son complejas y no siempre tienen una respuesta unánime ni unidireccional. En lo que respecta a las relaciones entre pobreza y crecimiento parece que existe una doble causalidad. En primer lugar parece bastante claro, al menos en lo que respecta a los países más pobres, que una reducción de la pobreza total puede ayudar al logro de unas mayores tasas de crecimiento económico futuro. También se suele argumentar que un mayor crecimiento económico es necesario para reducir la pobreza, a través de la creación de empleo productivo, especialmente entre las capas más pobres de la población. Además, con un mayor crecimiento, en teoría, se podrían obtener más impuestos, con los cuales los gobiernos podrían financiar programas sociales para aliviar los efectos de la pobreza. Esta última relación no está tan clara en el caso de los países de América Latina, ya que los ensayos que se han hecho para reducir la pobreza por la vía de la política social o de la implementación de sistemas de seguridad social han sido insuficientes.

En segundo lugar, el efecto que tiene la desigualdad social sobre el crecimiento económico ha sido ampliamente estudiado. La mayor parte de los estudios teóricos y empíricos recientes señalan que los países con tasas de desigualdad más altas tienen serios problemas para crecer en términos económicos, sobre todo si estos países son pobres7. Esto es así por varios motivos. En primer lugar hay que tener en cuenta los elevados grados de corrupción (rent seeking activities) que existen en sociedades no equitativas, donde el poder y la riqueza están concentrados en unas pocas manos. Esto puede favorecer el riesgo de incumplimiento de los contratos por parte de los gobiernos o, dicho de otro modo, la existencia de unos derechos de propiedad poco seguros. Como consecuencia, la acumulación de capital se vería frenada y esto influiría negativamente en las tasas de crecimiento económico. Igualmente, las diferencias de renta entre ricos y pobres podrían incrementar las actividades ilegales o alegales, que son una amenaza para los derechos de propiedad.

En tercer término, las altas tasas de desigualdad social, unidas a las peores condiciones sanitarias y sociales de su población, favorecen la tensión social y la inestabilidad política. Esta situación puede degenerar en un incremento de la incertidumbre, que frenaría las inversiones y generaría menores tasas de crecimiento económico. En cuarto lugar, las sociedades menos equitativas tienden a distorsionar el sistema impositivo, ya que los gobiernos reciben una presión mayor por parte de las clases pobres para aumentar los impuestos y, con ello, se merma la capacidad de ahorro, de inversión productiva y de crecimiento económico.

Por último, y para acabar con las razones por las que la desigualdad puede frenar el crecimiento económico, no hay que olvidar el efecto que tiene la desigualdad en la distribución del ingreso sobre la alta fertilidad de las mujeres y su efecto negativo sobre el crecimiento económico. Se puede demostrar que, en la mayoría de los casos, las altas tasas de fecundidad de las mujeres pobres conducen a la continuidad de la pobreza: una prole más numerosa disminuye la capacidad de consumo de las familias, su bienestar y su capacidad para acumular activos.

En conclusión, por cuatro vías diferentes hemos argumentado cómo la inequidad en la distribución de los ingresos en los países de América Latina podría estar retrasando o dificultando el crecimiento económico y la capacidad de las economías latinoamericanas para conseguir mayores niveles de desarrollo y aumentos de la calidad de vida de su población.

Pero además, mientras que la relación causal entre desigualdad y crecimiento es claramente negativa, se puede argumentar que, por el contrario, mayores niveles de crecimiento económico pueden traer asociados una disminución de la desigualdad, aunque esto depende del patrón de crecimiento económico que se haya adoptado, del nivel de desigualdad de partida y de su evolución en el tiempo. En el caso de América Latina no siempre las tasas de crecimiento positivas han ido asociadas a reducciones en la desigualdad (ver cuadro 5). En muy pocos casos el positivo crecimiento económico ha venido acompañado con menores tasas de desigualdad (México entre 1968 y 1984, Colombia entre 1971 y 1978; Venezuela entre 1971 y 1981).

Cuadro 5. América Latina: relación entre crecimiento económico

y desigualdad (en años seleccionados)












Cambios en la desigualdad Crecimiento económicoa
Sin crecimiento (menos del 1%) 1,1%-2% 2,1-3% >3%
Aumentos Uruguay (62-68)
Argentina (74-89)
Chile (68-80)
Perú (68/9-81) Argentina (70-74) Argentina (53-61)
Brasil (60-70)
Chile (60-68)
México (50-58)
México (58-63) Costa Rica (71-77)
Uruguay (73-79)
Sin cambios 
 Uruguay (68-73) Argentina (61-70)
Colombia (64-71) México (63-68)
Brasil (70-80)
Disminución 
 
 México (68-77)
México (77-84) Colombia (71-78)
Venezuela (71-81)



Fuente: Altimir, O. (2001): Inequality, Poverty and Development in Latin America. Capítulo 8 en Solimano, A. (Ed.): Social inequality: values, growht and the state. Michigan Ed. Página 147.

a Crecimiento en términos de PIB per cápita, excepto para Venezuela (PNB real per cápita)

Suponiendo que los beneficios del crecimiento económico se distribuyeran de manera equitativa entre todos los grupos de población (cosa que no suele ocurrir en el caso de la región latinoamericana), la región necesitaría crecer más del doble que en la última década para conseguir reducir a la mitad el número de personas que vive con menos de 2 dólares diarios para el año 2015. El esfuerzo debe ser mayor, lógicamente, en los países donde la incidencia de la pobreza es más alta.

De todas formas, el ritmo de crecimiento per cápita de la región latinoamericana en las últimas décadas ha sido bajo y volátil. En muchos países se observan en los últimos 30 o 40 años episodios de crecimiento económico acentuado que llega a durar más de 10 años, seguidos de períodos de estancamiento y bruscas caídas en la producción. Desde los años 80 ha habido problemas en la acumulación de capital en la región lo cual, unido al escaso aumento de la productividad, y a la adopción de medidas de ajuste para superar los problemas fiscales, ha tenido una incidencia negativa en el crecimiento económico. En conclusión, mientras que en las fases de contracción del crecimiento ha aumentado la pobreza y la desigualdad, afectando negativamente al bienestar de los ciudadanos, en las fases de expansión económica ha contribuido escasamente a disminuir la pobreza y la desigualdad.

Conclusiones

De los temas tratados en los párrafos precedentes se desprenden algunas recomendaciones de política económica. En primer lugar, es poco lo que se puede esperar del crecimiento económico como vía exclusiva para reducir la pobreza y la desigualdad en América Latina. La región está creciendo poco y, como hemos visto, los efectos del crecimiento económico sobre la pobreza y la equidad han sido muy limitados. Sin embargo, parece que sí existen más evidencias de esta relación en sentido inverso, a saber, del impacto positivo que tiene la reducción de la pobreza y la desigualdad sobre el crecimiento económico. De esto se deriva una conclusión que, en ciertos casos, puede generar cierta polémica: resultaría mucho más ventajoso concentrar los esfuerzos en la reducción de la desigualdad y la pobreza pues con ello la estrategia de apostar por la equidad sería en realidad una apuesta por el crecimiento y el desarrollo económico.

Si la desigualdad social en América Latina es el factor principal que afecta al escaso crecimiento económico que, a su vez, no se ha visto traducido en una disminución de la pobreza en la región, las políticas públicas deberían centrarse directamente en combatir las causas que hacen que la desigualdad se esté perpetuando en la región. Para mejorar la distribución de la renta y disminuir la incidencia de la pobreza hay que adoptar políticas económicas que requieren recursos públicos, lo que puede lograrse a través de un adecuado pacto fiscal y una asignación eficiente de los recursos públicos. Los esfuerzos realizados en los últimos años en este sentido han sido importantes. El gasto social de la región ha venido creciendo en los últimos años y muchos países dedican un alto porcentaje del PIB a esta partida (en torno al 15% en media). Por tanto, han existido recursos para aliviar el problema de la pobreza, aunque tal vez el problema no estaría en la cantidad sino en el uso que se ha hecho de los mismos.

En este sentido sería recomendable, por ejemplo, facilitar el acceso a la tierra, el capital, la tecnología y la educación a los colectivos más desfavorecidos. El sector rural debería merecer una especial atención por parte de las autoridades públicas, si se quiere que los beneficios del crecimiento lleguen a quienes más lo necesitan. Sin una intervención pública orientada a mejorar la calidad de vida y los servicios sociales para los sectores peor situados, la desigualdad en la distribución de los ingresos seguirá siendo un problema endémico en la región. En este sentido la política social debe prestar más atención a los sectores de la sociedad más vulnerables a los efectos de la pobreza, bien sea por su edad (niños, ancianos, jóvenes), por su sexo (principalmente mujeres y en especial las madres adolescentes) o por su raza (pueblos indígenas o comunidades afro americanas). Habría que estimular el acceso de los pobres a los servicios públicos (sanidad, educación, agua y electricidad) o reconocer legalmente la propiedad urbana en los sectores más pobres. Por otra parte, el papel de las pequeñas y medianas empresas es fundamental para dar trabajo a estos colectivos, que de otro modo quedarían marginados. Por último, no hay que olvidar que sería necesario hacer un esfuerzo aún mayor si cabe por aplicar políticas económicas que favorezcan la inversión en capital humano y en educación, necesarios para aumentar los niveles de productividad de la región. La aplicación de todas estas medidas para reducir la pobreza y desigualdad social requerirían de un marco legal estable que garantice la continuidad de las políticas públicas emprendidas.

Notas

[6] CEPAL (2004). Panorama social de América Latina 2003-2004. Noviembre 2004.
[7] Para mayor información ver Thorbeche, E. Y C. Charumilind (2002): Economic Inequality and its socioeconomic Impact. World Development, Vol. 30, No. 9, pp. 1477-1495.


fuente:http://www.revistafuturos.info/futuros_8/pobreza2.htm

Palabras claves ,
publicado por ricardolplaul a las 12:56 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
Más sobre este tema ·  Participar
Comentarios (0) ·  Enviar comentario
Enviar comentario

Nombre:

E-Mail (no será publicado):

Sitio Web (opcional):

Recordar mis datos.
Escriba el código que visualiza en la imagen Escriba el código [Regenerar]:
Formato de texto permitido: <b>Negrita</b>, <i>Cursiva</i>, <u>Subrayado</u>,
<li>· Lista</li>
SOBRE MÍ
FOTO

Ricardo Plaul

escribir poesía, reflexionar sobre la realidad.

» Ver perfil

CALENDARIO
Ver mes anterior Abril 2024 Ver mes siguiente
DOLUMAMIJUVISA
123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930
BUSCADOR
Blog   Web
TÓPICOS
» Cooperativismo (7)
» Eventos (0)
» Pedagogía (50)
» Poesía (181)
» política (191)
» Proyectos (4)
» Relatos cortos (23)
» Sociedad (59)
NUBE DE TAGS  [?]
SECCIONES
» Inicio
ENLACES
FULLServices Network | Crear blog | Privacidad