Por Ricardo L Plaul
Esa mañana no tenía muchas ganas de ir a la escuela. Caminó las tres cuadras que lo separaban de la Plaza Grigera rompiendo la escarcha que se acumulaba junto a los cordones. Le parecía oír el ruido de sus huesos quebrándose. Si algo llegaba a salir fuera de lo planeado...
Pedro tenía diez años y era considerado por sus maestras un alumno aventajado en Lengua y Desenvolvimiento (como se llamaban en aquél entonces a las Ciencias Sociales y Naturales). Sus mayores dificultades... Continuar leyendo