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Poesia Y Política
Blog de RicardoLuis Plaul
17 de Junio, 2010    Sociedad

La Posmodernidad


Ricardo Plaul

En 1979 Jean F. Lyotard en su libro " La condición posmoderna¨ caracterizó a la posmodernidad como la cultura que correspondería a las sociedades posindustriales. Estas sociedades se habrían desarrollado en los países capitalistas avanzados a partir de los años cincuenta.
Hay quienes plantean que las ideas de la posmodernidad representan una continuidad con las de la modernidad y otros que la caracterizan como una ruptura, contraposición o superación de las mismas.
Aunque la cultura posmoderna se halla gestado en la segunda mitad del siglo XX en los países capitalistas avanzados, el extraordinario avance de los medios de comunicación la ha extendido rápidamente por todo el mundo.
La posmodernidad ha sido caracterizada como la época del desencanto, del fin de las utopías, de la ausencia de los grandes proyectos que descansaban en la idea del progreso. Gilles Lipovetsky señala que, perdida la esperanza futurista del modernismo, reina ahora la indiferencia de masa y el individualismo hedonista. Ya nadie cree en el porvenir radiante de la revolución y el progreso. El desencanto es el estado espiritual del hombre de la condición posmoderna. Todo, se dice, está decidido, la sociedad es transparente pero inmodificable, el poder de los medios construye lo real y lo construye en la modalidad de lo inmodificable. El desencanto conduce al quietismo, a la inacción. No a elegir, sino a ser elegido.
El futuro ya no es promesa, la gente quiere vivir el aquí y el ahora, conservarse eternamente joven. Se exalta el cuerpo a través de dietas, gimnasias, cirugías estéticas, etc. Los cuerpos deben adecuarse a la función perfecta, resistente a la vejez, que antes se esperaba de las mercancías. El individuo se autoconcibe constituido por un cuerpo con necesidades que deben satisfacerse constantemente. Se persigue la propia realización, aun a costa de los demás, una moral narcisista basada en el propio goce, el éxito, el confort, el consumo desmedido, el dinero y el poder.
Para la cultura posmoderna soy lo que tengo. Triunfa el despliegue íntimo de la personalidad ( talk-shows, reality-shows) con el derecho a la expresión sin límites y a vivir una sexualidad en la que ya no hay tabúes.
La crisis del individuo constituido en los tiempos modernos es aprovechada para revitalizar concepciones orientalistas y naturistas ( New Age). Según ellas, la armonía del hombre con la naturaleza se lograría a través de una suerte de disolución del individuo en el cosmos. Ya no habría que dominar la naturaleza, sino mas bien insertarse en ella para vivir en paz y equilibrio con todo el medio ambiente. Junto a la ciencia hay lugar para el mito, la magia o las sectas religiosas.
Si bien la ciencia es valorada por sus aplicaciones tecnológicas, está despojada de los ideales de verdad y progreso. Murió, dice Lipovetsky, el optimismo científico al ir acompañados los innumerables descubrimientos de la escalada armamentista, la degradación del medio ambiente, el abandono y muerte de grandes sectores sociales y étnicos. El paraíso prometido por las utopías modernas se convirtió en un mundo donde la gente trabaja enloquecida hasta el agotamiento para pagar las cuotas de los objetos de consumo.
Los medios de comunicación orales, escritos y televisivos, además de comunicar al planeta en instantes, provocan e incitan al consumo con ofertas seductoras teñidas de erotismo y violencia.
" Los objetos se han vuelto tan valiosos para la construcción de una identidad, son tan centrales en el discurso de la fantasía, marcan tan infamantemente a quienes no los poseen, que parecen hechos de la materia resistente e inabordable de los sueños.". ( Beatriz Sarlo).
El shopping ofrece su modelo de ciudad de servicios miniaturizada produciendo una cultura desterritorializada en la que nadie puede sentirse extranjero ni excluido. Las masas que se mueven según los flujos del turismo encuentran en el shopping la dulzura del hogar donde se borran las diferencias y malentendidos.
Se ha dicho que la cultura de la imagen se ha impuesto por sobre la palabra y las ideas. Pero hasta la imagen se ha visto afectada por la combinación de velocidad y borramiento que parecen ser el signo de la época. Gracias al control remoto se produce el zapping: " irreverente e irresponsable sintaxis del sueño producido por un inconsciente posmoderno que baraja imágenes planetarias".
El ritmo visual del zapping y el video-clip se ajustan con los lapsos cada vez más cortos de atención concentrada.
Investida de una autoridad que ya no tienen las demás instituciones, la televisión parece presentar de manera sencilla: la Verdad, que todos pueden comprender rápidamente. El público recurre a ella para lograr aquellas cosas que las instituciones y el Estado no garantizan: justicia, reparaciones, atención, seguridad, etc.
Los nuevos soportes informáticos y audiovisuales han creado la ilusión de que la cultura parezca al alcance de todos pero en realidad el acceso a la información y a la capacidad intelectual para interpretarla no está equitativamente repartida. La sobreinformación fragmentaria y repetitiva no conduce al enriquecimiento de los criterios personales de análisis sino a la confusión y perplejidad.
"El hombre del desencanto ve pasar la historia, la ve a través de los massmedia, ve imágenes, imagen tras imagen, y en esa sucesión vertiginosa cree ver la realidad. Sabe, no obstante o suele llegar a saber, que se trata de una realidad construida, de un universo caleidoscópico instaurado por el montaje nervioso de los tiempos" . (José P. Feinmann)
Angel Pérez Gómez señala que los principales valores y tendencias en esta sociedad se derivan del marco socioeconómico del libre mercado, imponiéndose una amorfa y anónima ideología de eclecticismo trivial que admite el principio del todo vale si sirve al objetivo de la rentabilidad personal, grupal o nacional. Todo puede convertirse en mercancía y adquirir valor de cambio en el trueque comercial.
En este marco se promueve simultáneamente el individualismo exacerbado como enfrentamiento competitivo y el conformismo social para que permanezca sin conflictos el orden social. Sin embargo la violencia crece en las ciudades y en los suburbios. Para algunos de los excluidos de este sistema de libre mercado basta con comprar un revolver para transformarse en un delincuente y sentirse otra vez incluido en la sociedad que lo había expulsado como ciudadano. Si antes era un ser abatido por la desocupación, ahora lo vigoriza el odio irracional. Se siente parte de la sociedad cuando la agrede en cualquiera de sus representantes. Otros crean nuevas y creativas formas de insurrección (piquetes) para enfrentar al sistema que ignora el más irrenunciables de sus derechos : el de la vida digna.
Se impone una cultura intolerante, que ignora y desprecia lo diferente, que penaliza la discrepancia y que renuncia a las alternativas críticas. Asimismo parece imparable la ascensión de la Cultura de la Apariencia, el poder de lo efímero, la dictadura del diseño, de las formas, de la sintaxis, a costa de la ideas, argumentos, contenidos, ocultando la ausencia o irracionalidad de los mismos. El atractivo de las formas y apariencias externas suele hacer difícil que los individuos puedan incorporar críticamente los componentes de la ideología social dominante.
Según R. Follari, asistimos a la época del final de las certidumbres. Ya no hay pretensión de que la verdad sea única. Cada sector social configura sus códigos, sus estilos culturales específicos, sus peculiares modos de aceptar la autoridad o la ética. Existirían verdades provisionales, fragmentarias, propias de grupos específicos que no aspiran a la imposición universal. Tampoco se requiere una fundamentación intelectual rigurosa de las posiciones que se asumen. Contrariamente a lo que ocurría en la modernidad, los intelectuales ya no son considerados como los sacerdotes de la verdad. Han sido reemplazados por los opinadores, comentaristas, periodistas, modelos o sacerdotes mass-mediáticos. Tal deslegitimación de lo intelectual es propia de una sociedad desprovista de fundamentos, que no requiere bases conceptuales para la justificación de sus actos o sus sistemas de organización política. Lo posmoderno ha enterrado la idea clásica del fundamento. Consecuentemente, todo lo ligado al mundo del conocimiento ha perdido fuerza y legitimidad. El conocimiento no es base ni certeza, sino sólo instrumento de la productividad.
Los pensadores críticos denuncian que la ideología de la posmodernidad presenta este estado de cosas como natural, imposible de cambiar al haber fracasado los proyectos utópicos. Así se habla del " fin de la historia" o de la muerte de las ideologías. Esto tiene un efecto de ocultamiento de la puesta en práctica de un modelo económico-social que supone una salvaje regresión a niveles de explotación social y exclusión que nos acercan al siglo XIX. Por otra parte la creciente globalización de la economía ha dado lugar a una profundización de la dependencia de las naciones periféricas respecto de los grandes centros del poder mundial. Así observamos la continuidad de los aspectos más negativos de la modernidad y la clara manifestación del fracaso de la utopía liberal de la Revolución Francesa.

ADOLESCENCIA Y ESCUELA EN LA POSMODERNIDAD

La adolescencia, la juventud, se ha convertido en un territorio en el que todos quieren vivir indefinidamente. El mercado corteja a los jóvenes, quienes encuentran en él, un depósito de objetos y discursos preparados especialmente para que lo consuman. El mercado les promete la libertad de elección y los medios refuerzan esa idea de igualdad en la libertad. En realidad el mercado elige a quienes van a estar en condiciones de elegir en él. Los jóvenes en realidad perciben que los bienes más preciados por el mundo en que viven
(éxito, riqueza, belleza, fama), están distribuidos en forma desigual y arbitraria.
La juventud moderna se proponía modificar el orden establecido, cambiar el mundo. Hoy, angustiados por la incertidumbre, sin proyectos, tratan de sobrevivir e integrarse al mundo, a veces pagando el precio de la resignación de sus sueños o de su vocación. En un medio de violencia, inseguridad, impunidad, corrupción, dureza social, disgregación familiar, Sida, droga, muchas veces manifiestan su rechazo mediante conductas auto-destructivas, agresivas, desequilibradas o de fuga. Algunos aceptan resignadamente el papel que se les asigna y viven una prolongada adolescencia, dilatando el momento de asumir la responsabilidad de hacerse adultos. Los jóvenes de los sectores populares, sin embargo, quedan excluidos de este proceso. Para ellos la entrada a la adultez es rápida y brusca, la mayoría de las veces dolorosa, por la temprana incorporación al mundo del trabajo o por un embarazo casi simultáneo con el comienzo de la vida sexual.
Los adolescentes " clásicos" modernos, eran descriptos por la psicología como apasionados, rebeldes, soñadores, románticos y en conflicto con sus padres con quienes mantenían la famosa "brecha generacional". Esta confrontación, inevitablemente dolorosa, era considerada necesaria para la construcción de una identidad madura, para el crecimiento. Hoy los jóvenes no ven a sus padres como personas muy diferentes a ellos, el conflicto generacional ya no es muy pronunciado. La rebeldía parece haber sido suplantada por la incomunicación y la indiferencia, por el no-intercambio. Algunos adolescentes se ven obligados a ser padres de si mismos ya que éstos están presos de la identificación con sus hijos. Así aparecen los medios de comunicación a cubrir ese vacío de socialización que deja la familia con todas sus variantes actuales.
Adriana Puiggrós se refiere a los adolescentes actuales señalando que no encuentran canales adecuados para expresarse. " La cerveza, el tetrabrik y la droga corren a raudales para llenar el hueco del alma adolescente que antes se nutría de la obediencia, la rebeldía política, la melancolía de los poetas o los enamoramientos furibundos".
Si en algún momento existió un espacio de resistencia juvenil a través de la música y otras expresiones, hoy la cultura juvenil forma parte de un complejo multimedia, de una industria cada vez más sofisticada y con múltiples articulaciones. Hoy lo joven es moda, y en consecuencia produce consumo, homogeneidad y heterogeneidad al mismo tiempo.
Los programas televisivos y radiales, hechos por jóvenes, para jóvenes, expresan una sociedad más permeable culturalmente, menos represora menos disciplinaria, pero también más light. Los jóvenes contemporáneos han sido socializados junto a la televisión, han tenido sus experiencias con los objetos a través de ella, y ella forma parte de su gramática de desciframiento de la realidad cotidiana. Las subjetividades jóvenes así construidas son por lo general menos profundas, están seducidas por la información y por la circulación de imágenes, sólo vinculadas con el tiempo presente y poseedoras de una relación peculiar con el pasado.
Y en este contexto, ¿ qué pasa con la escuela? Hay autores que sostienen que la escuela sigue siendo moderna mientras los jóvenes son posmodernos, y esto crea una insalvable distancia. Lo cierto es que múltiples factores explican que la escuela no esté cumpliendo con la función educativa para la cual fue creada:
* Des-jerarquización, desvalorización, falta de reconocimiento social del rol docente.
* Poco interés del Estado por invertir en educación.
* Déficits en la formación docente
* Desvío de los tiempos, recursos y esfuerzos escolares para cumplir tareas no pedagógicas (administrativas, asistenciales)
* Visión de que se puede lograr éxito, fortuna, poder, sin estudiar y que estudiando muchas veces no se logra ni siquiera un empleo digno.
* Exigencia de estudios cada vez más prolongados y complejos (maestrías, doctorados, posgrados.) para obtener cada vez menos a cambio.
* A los ricos se les refuerzan sus ventajas iniciales. La educación ofrece escasas promesas de movilidad social ascendente a los pobres. Sólo unos pocos logran modificar su situación personal a través del estudio.
* Los beneficios de ir a la escuela son lejanos, remotos, desproporcionados con el esfuerzo y la exigencia que implican.
* Atraso escolar en contenidos, metodologías y recursos frente a la atrayente realidad del "afuera".
* Inadecuación de la cultura y la organización escolar a la realidad posmoderna .
* Sobrevivencia de modelos didácticos autoritarios o permisivos, de actitudes discriminatorias y prejuiciosas.
* Empobrecimiento social progresivo que afecta a las familias, docentes, alumnos e instituciones, empobreciendo a su vez la calidad de los procesos y productos educativos.
* Individualismo que se refleja y alimenta en las instituciones educativas, en las estructuras de relaciones y en la forma de trabajo académico.
* Obsesión por la eficacia como objetivo prioritario de la práctica educativa definida como la consecución de objetivos previstos, de resultados sin tener en cuenta los procesos.
* Persistencia de concepciones positivistas de la ciencia y de la realidad. Pérdida del sentido histórico de la realidad social. Reificación del conocimiento y de la realidad.
* Carácter burocrático de la vida escolar que valora ciertos procedimientos independientemente de su virtualidad educativa.

El proceso de desinversión educativa vivido en los años del Neoliberalismo, ha producido una pobreza no sólo material, sino también simbólica de lo escolar.
La escuela moderna que construía identidades sociales, imponiendo la cultura escolar por sobre las otras culturas, familiares, regionales, étnicas, etc, ya no ejerce esa primacía. Ahora los jóvenes entran a la escuela con otras identidades previas y con pocas ganas de asumir la identidad escolar. La escuela es vivida muchas veces como una amenaza a la identidad que como jóvenes están adquiriendo en otros lugares y a través de otros agentes socializadores (discotecas, videojuegos, recitales etc.). El divorcio entre la cultura escolar y la cultura juvenil es notoria en algunos casos, sobre todo si el docente desvaloriza o ve como peligrosa esta última.
La sociedad ha cambiado profundamente, la escuela tendrá que cambiar y readecuarse si no quiere quedar girando en el vacío. El pesimismo pedagógico (nada puede cambiarse, hay gente que no es educable), o el discurso conservador (hay que volver a lo viejo porque era más eficaz), sólo llevará a nuevas frustraciones o a entablar relaciones cínicas o sádicas con el trabajo y con los alumnos sin poder dar respuestas válidas a los nuevos desafíos.



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publicado por ricardolplaul a las 12:51 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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