Por Ricardo Plaul
Son las lágrimas que siempre
acompañan las penas,
sortijas perdidas del alma
que horadan el mármol,
que aquejan la tierra olvidada.
Hoy puedo acariciarlas en su ausencia infinita
y hacerlas mías.
Apenas si se parecen a la lluvia
que anochece las tardes,
carnavaleando adioses con arcoíris
vacíos de abrazos.
Apenas si existen en su salada transparencia,
de agobio, de suerte abandonada
en los bosques umbríos,
que apenas si perciben que tus ojos
ya no reflejan el círculo macabro
de amaneceres truncos.
Si acaso me entregan descoloridos mensajes
de desdicha, sepan entonces,
que una jauría de esperanzas
las espera siempre en la comisura del tiempo,
en el tablero de una vida, demasiado austera,
para ser verdad. 17/07/2011