25 de Abril, 2011
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Relatos cortos |
La Suerte |
Por Ricardo Plaul
Julián subió al subte de la línea C rumbo a Retiro. Iba sumido en sus pensamientos y ni siquiera era consciente de la marea humana que lo acompañaba aquel fresco día de otoño. Pensaba que a algunas personas la suerte las acompañaba casi toda la vida y que para otras, en cambio, la desgracia era su sino. Él creía que la diosa Fortuna era por lo menos su amante esa mañana. Si bien su madre había fallecido cuando él era un bebé y su padre para ese entonces era un ilustre desconocido que los había abandonado en la noche de los tiempos, su tía, la hermana de su madre, se había hecho cargo de su crianza y nada le había faltado desde entonces. Había asistido a los mejores colegios y ahora le estaba pagando la universidad. Siempre lo había tratado como a un hijo. Y ahora venía lo mejor: su tía le había anticipado que, si le caía bien a ese viejo irlandés, iba a heredar su departamento. Al principio no había entendido nada y aun ahora seguía bastante confuso. La cuestión era que dentro de unos pocos años, ya que no creía que el viejo durase demasiado, iba a tener su propio bulín en el corazón de Belgrano. Ni en el mejor de sus sueños hubiera barajado una posibilidad de esas. Su tía, una solterona empedernida, había dedicado su vida a cuidar viejos enfermos, éste irlandés, sin familia alguna, quería dejarle su departamento en agradecimiento por sus servicios. Su tía Clelia sin embargo le había manifestado que ella quería ponerlo a nombre suyo ya que ella era una mujer grande y él su único heredero. El viejo entonces había manifestado su voluntad de conocerlo. Julián bajó en la estación Retiro y tomó el tren eléctrico hacia Belgrano. Satisfecho observó por la ventanilla lo agradable del entorno que el tren iba atravesando. El ruido que provocó el tren al estrellarse contra la formación que estaba estacionada y que el maquinista, no se sabe aún porqué causas no advirtió, se escuchó a kilómetros de distancia. Julián murió en el acto, ni tiempo tuvo de preguntarse por qué la suerte lo abandonaba justo instantes antes de alcanzar la felicidad. En el octavo "A" de la calle Mendoza, Charles O´Mally, con un vaso de Whisky en la mano, le decía a Clelia: "por lo menos de esta manera nuestro Julián va a tener su casa y podrá formar su propia familia". Ricardo Plaul , 21/04/2011
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publicado por
ricardolplaul a las 16:23 · Sin comentarios
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◊ SOBRE MÍ |
Ricardo Plaul
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