La Paloma

por Ricardo Plaul

Julián tomó la escopeta que le había regalado su tío y se dirigió al monte a cazar palomas. Desde que se habían mudado a Córdoba, después del divorcio de sus padres, la caza se había convertido en algo más que su hobbie favorito. Si a la nueva novia de su padre no le gustaba no le había dicho nada. Después de todo casi era de su edad. Su cuerpo joven lo había desvelado muchas noches.
Se adentró en el monte de eucaliptos, respiró profundamente y comenzó a moverse tratando de hacer el menor ruido posible. Cuando la vió llevó con lentitud la escopeta al hombro. Ese modelo antiguo podía cargar tanto balines como pequeños cartuchos del doce. En esta ocasión la había cargado con cartuchos. Las diminutas municiones no destrozaban la paloma y tampoco llegaban a matarla, había que estrangularla con las propias manos. Cuando jaló del gatillo casi anticipó el goce. La explosión resonó grandiosa en el silencio sepulcral del monte y corrió a localizar la paloma que caía. Tomó delicadamente entre sus dedos índice y pulgar el cogote del ave y apretó mientras ésta lentamente dejaba de mover sus alas con un aleteo frenético. Al concluir la operación de arrancarle las plumas antes de que se enfriara no pudo dejar de sentir su excitación.
Cuando volvió a la casa con tres palomas que seguramente Raquel, la empleada, se negaría a cocinar, todo estaba en silencio. Su padre y sus hermanas se habían ido a Punta del Este. Su padre participaba en un torneo de golf. Regresarían al día siguiente.
Escuchó la ducha en el piso superior. Metió las palomas en el frízer y subió. La puerta del baño estaba entornada y escuchó la voz de Lorena, la novia de su padre que preguntaba:-¿Sos vos Julián?, vení querido pasá-
Cuando al fin decidió entrar ella salía de la ducha envuelta en su bata. Cuando advirtió su cinturón suelto y el comienzo de sus senos, una paloma voló desde la ventana del baño hacia su desgracia.
15/05/2011